Carta del Director/Luz de cobre

Los inmigrantes mantienen la natalidad

No es nada nuevo que la tasa de natalidad en la provincia la sostienen las familias de los inmigrantes

No es nada nuevo que la natalidad en la provincia de Almería la sostienen las familias de inmigrantes. Sólo hay que acercarse al registro civil para comprobar que el porcentaje de niños nacidos de parejas no nativas supera con creces el 60 por ciento. No es de extrañar, por tanto, que las mujeres de un barrio como es El Puche tengan una media de 2,63 hijos, seguidas de las de la Chanca o Los Partidores. Por contra, en Olula del Río o en Castro de Filabres, donde la población es en su mayoría autóctona y envejecida, las mujeres son las que menos bebés tienen.

Los datos no son baladíes. Las encuestas confirman una realidad que cada día que pasa es más evidente en una sociedad como la almeriense, cada vez más multicultural y rejuvenecida en las pirámides poblacionales, gracias a aquellos que han llegado a esta tierra en busca de un futuro mejor, atraídos por el trabajo que genera la agricultura y el sector servicios. Trabajos, por otra parte, poco deseables para los autóctonos. Las causas no son el objeto de este artículo, aunque están relacionadas con salarios y ayudas, y todo el entramado que la sociedad del bienestar ha logrado tejer para mantener a los suyos sobreprotegidos.Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con un agricultor de la provincia, con una explotación pequeña -tres hectáreas- que se quejaba amargamente que hace al menos tres lustros que ni un sólo nacido en esta tierra le pedía trabajo. Toda su fuerza laboral es mano de obra inmigrante. Aquellos, que como ustedes imaginan, son los que sostienen, entre otros, el sistema de la seguridad social y garantizan las pensiones del futuro.

Pero volvamos a la natalidad y a aquellos que equilibran las pirámides de población en la provincia. Aquellos que han convertido nuestros barrios más populosos en un hervidero de niños, aquellos que no llegan al centro de la ciudad, en los que el envejecimiento se percibe y respira en cada calle, plaza o esquina y aquellos que van a lograr, a no tardar muchos años, recuperar la población en localidades que hace unos años estaban condenados a desaparecer.

Sorprende gratamente comprobar como los habitantes se mantienen, e incluso crecen, en pueblos en los que nadie apostaba un euro por su supervivencia. Hoy, los niños regresan a los colegios, las tierras abandonadas vuelven al cultivo y el sonido de los pequeños y sus juegos ocupa las calles y las plazas.

Natalidad, divino tesoro para una tierra en constante crecimiento, en la búsqueda de un lugar destacado en las encuestas, informes y estadísticas con los que cada día nos inundan los distintos organismos, en los que comprobamos la pujanza de una provincia que se acerca a los 800.000 habitantes a ritmo de Fórmula 1, a la vez que percibimos como nuestro futuro se confirma y garantiza a pasos agigantados por una sociedad moderna, joven, dinámica y pujante.

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