LA TRiBUNA

Manuel Lucas Matheu

La insoportable levedad de la sexualidad

NSegún un estudio realizado por la FESS y Millward Brown, el 67% de los españoles y españolas consideran muy o bastante importante la actividad sexual. El 34% tienen o han tenido algún problema sexual. En cambio, solo el 15% de ese importante 34%, han consultado con algún tipo de profesional. Y sobre todo, el 12% de los que tienen problemas, nunca lo han compartido con un amigo o un familiar. Es decir, que una gran mayoría viven sus problemas en silencio y en una absoluta soledad.Durante campaña electoral de las últimas elecciones, una encuesta de Sigma 2 relacionó la satisfacción sexual con las simpatías políticas. Los que decían no votar a ninguno de los dos grandes partidos políticos, PP y PSOE, eran los más satisfechos, un 42%, frente al 31% de los votantes del PSOE y un 29% de los votantes del PP. Pero lo que nadie enfatizaba era que más de un 60%, fueran votantes de lo que fueran, no estaban satisfechos.En nuestra sociedad no hay ninguna dimensión vital, de su importancia, que esté tan ninguneada como la sexualidad. Si los datos anteriores se refiriesen a cualquier otra cuestión concerniente al bienestar de los ciudadanos, esta sociedad en su conjunto estaría absolutamente escandalizada.El ninguneo de la sexualidad en nuestra sociedad es patente. Aún recuerdo cuando la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, implantó el programa de atención integral gratuita a la transexualidad. Las críticas no tardaron en aparecer, y nunca han cesado, incluso entre personas, pretendidamente progresistas. La incomprensión de un problema que puede ser tan terrible como vivir en la cárcel más cruel de todas: el propio cuerpo. Simplemente, porque es una cuestión sexual. Algo parecido ocurrió cuando se implantó la dispensación gratuita de la píldora del día después.O en otro orden de cosas. Desde hace un año, y por primer vez en la Comunidad Europea, la Universidad de Almería es pionera en la implantación de un título oficial de Sexología, que se puso en marcha por el entusiasmo de la Escuela de Enfermería y el apoyo de la UAL y la Consejería de Innovación. Pero es la única en Europa. Nadie o muy pocos, han dado gran importancia al hecho. Pero la sexualidad, por mucho que queramos ningunearla, reprimirla, frivolizarla o estigmatizarla, inunda nuestras vidas, enriqueciéndolas, cuando la miramos de frente sin miedos y sin malos rollos, o dañándolas, cuando la aplastamos o la marginamos más, o menos sutilmente. Diariamente pagamos los consecuencias de esa marginación, terca y ciega, en la que a pesar de ciertos progresos, seguimos.Todos las personas insatisfechas con su sexualidad, que reflejan las encuestas, constituyen un hecho en sí preocupante, no solo por la gran proporción que suponen, sino por el hecho de sufrirlo en silencio, lo cual genera multitud de problemas secundarios, que a su vez se convierten en motivo de consultas encubiertas y repetitivas, en diferentes puntos del sistema sanitario, sin resolverse. A eso se le suman los numerosos problemas de pareja que producen, con toda la repercusión para muchas familias.

Pero posiblemente, lo más preocupante es la falta de información y formación. Muchas personas tienen la certeza de que los jóvenes están bastante mejor informados que antes, y no pueden comprender que los embarazos no deseados y los abortos sigan siendo un importante problema. Y esa es una de las falacias que rodean al tema de la educación sexual: pensar que los jóvenes están bien informados. Y aunque es verdad que tienen muchas más fuentes de información, nadie les enseña a gestionarla. Más allá de la típica charla sobre la regla, con ellas, y sobre el preservativo, con ellos, muchos padres no saben hacer mucho más. Otra falacia es suponer que informando solamente de los peligros que acechan detrás de las relaciones sexuales, los jóvenes se motivarán para ser receptivos a ese tipo de educación sexual. El miedo y la prohibición suelen ser armas poco eficaces con los jóvenes. Ya se ha demostrado en otros ámbitos.Si esa información y formación sexual no se hace desde los valores, las actitudes, los conocimientos y las capacidades, seguiremos igual. Uno de los valores más preciados en nuestra sociedad es la libertad. La libertad es un hecho ligado a la sexualidad en nuestra sociedad actual, al menos desde las normas formales, que son bastante permisivas. Otra cuestión son límites que ponen la moralidad, los tabúes y las normas informales. Pero la juventud suele ser bastante inmune a estos límites. Por eso la libertad es un valor que debe ser prioritario en cualquier modelo de educación sexual, que pretenda ser realista. La situación no cambiará, si no profundizamos en la libertad y en la no discriminación sexual (entre hombres y mujeres, entre las diferentes formas de vivir la sexualidad y entre todas las personas sea cual sea su raza, edad o cultura). Lo mismo que si no profundizamos en el conocimiento del hecho sexual, que es lo que más enriquece la capacidad para elegir, tanto cuantitativamente como cualitativamente. Y las consecuencias seguirán siendo, problemas sexuales, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, discriminación sexual, violencia contra las mujeres, etc. Y en general una sociedad mucho más agresiva. La libertad unida al conocimiento, aporta más madurez en la elección de diferentes opciones sexuales, con lo cual se minimizan los riesgos. Todos y todas somos responsables, de que esto cambie, para salir de esta "insoportable levedad social de la sexualidad", que no se ajusta a la importancia real que ésta tiene en nuestras vidas.

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