La liturgia de la luz

El misterio del dolor, el misterio de la Muerte, el misterio de la Resurrección, es misterio

La celebración de la Liturgia desde el momento de la Pascua hemos contemplado a Jesús muerto por amor, "tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo hasta la muerte, y una muerte de cruz", y tanto te ama Jesús, que se entrega por ti hasta la muerte. Este es un misterio que solo se comprende con el don de la fe, que hay que pedir. Así que vamos a disponernos a vivir esta Semana Santa el Misterio Pascual de Cristo: Pasión, Muerte y Resurrección; a pedir la fe, sin la cual poco podemos entender las Estaciones de Penitencia que hagamos esta semana.

El misterio del dolor, el misterio de la Muerte, el misterio de la Resurrección, es misterio. Y no se entiende con la inteligencia, con la reflexión, sino se entiende con la fe. Entonces nos acercamos a celebrar el misterio. "Este es el misterio de nuestra fe. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven a Mí". Solo lo podemos decir con la experiencia reconocida de necesitados de salvación ante el silencio del Sagrario, el Sacramento de nuestra fe.

Y que en el momento de la luz, la liturgia de la luz es que es Jesús que ilumina. ¿ A quién? A los que no tienen luz. Los que tienen luz no tienen que ir a la celebración, sino los que necesitan la luz. Los que ya tienen una luz, la que sea...Sino con la conciencia, la experiencia, la conciencia reconocida, gozosamente reconocida de que yo no tengo luz, pero que Tú eres la Luz. El Cirio Pascual es el signo donde nosotros podemos ver un cirio grande que representa a Jesús; toda la liturgia siempre son signos que hacen presente a nuestro corazón creyentes, a nuestra fe, hacen presente a Jesús.

Entonces es el Cirio es el signo de que Jesús, después de pasar por la tumba, por las tinieblas, por la muerte, por amor, por mi muerte, por aquellas muertes que todos expresamos en un momento de la vida, en esa necesidad de resucitar, de vivir, ese deseo de vivir, queremos vivir.

Pues Jesús, que se ha solidarizado con el hombre y ha llevado sobre sí nuestras muertes, aquella vez que el hombre dijo al maligno: "No quiero obedecer a Dios, sino quiero sacarme las castañas del fuego, quiero ser yo la luz", desde entonces todos quedamos ciegos con el corazón y el alma, y no vemos al Señor, incluso ni en las barrocas imágenes sagradas que discurren bajo palio delante nuestra entre el aroma de incienso, los compases sacros, cirios encendidos, los pasos racheados de costaleros y el lento caminar de nazarenos y mantillas. Paz y Bien.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios