Hay muchos detalles característicos de las campañas electorales, y ahora que entramos en una de ellas en 60 horas, las volveremos a ver entre nosotros como el pan de cada día: propuestas inverosímiles, cambios de opinión al margen de marcos de reflexión que señalen unos valores que cambian, llamada al voto útil… Pero en esta ocasión hay algo que se está filtrando a la manera de fina lluvia y que podría llamarse la versión débil de esa llamada a que se deje gobernar al partido más votado, que tan característica está siendo, también, en las campañas electorales. Por supuesto, esta idiotez sólo es elemento de debate entre los seres más idiotizados de nuestra sociedad: me refiero a aquellos que veis la realidad de una manera si se gobierna y de la contraria si se está en la oposición.

Me refiero a esto de señalar mayorías suficientes para gobernar al margen de lo que establezca la legislación vigente. Como están los dos partidos mayoritarios con el cuerpo amenazando sarpullidos tal cual ataque de pulgas se tratase, la imaginación la están poniendo en funcionamiento para traernos las imágenes más peregrinas en forma de ideas geniales. Que cualquier partido gobierna más tranquilo en mayoría absoluta sin tener que pactar, que en coalición es algo evidente. Pero de ahí a comenzar a hablar de cifras, señalan los 155 o 160 escaños, a partir de las cuales habría que dejar gobernar al partido más votado, es algo que sólo se le ocurre a quienes están con opciones de obtener esos resultados: nunca lo aceptarían si fuese otra su condición.

Me recuerdan a los malos estudiantes: no les basta aprobar con el cinquillo, necesitan “que se les empiece a aprobar” a partir del 4 o del 4,5. ¿Qué calidad de valores humanos hay detrás de quienes no sólo no respetan la legalidad y se niegan a hacer pedagogía entre la ciudadanía sobre la necesidad de marcos comunes e iguales para todos? Lo lamentable es cómo estos mensajes calan entre la ciudadanía, dejando muy a las claras que el pueblo, si no estudia, no es sabio.

Igual que no es sabio cuando se crean oleadas de opinión sobre el voto a listas abiertas: observemos cómo el voto al Senado es lo más parecido que tenemos al voto a listas abiertas. Ahí votamos hasta un número determinado de candidaturas que no está obligada ni por orden ni por bloque de partido… ¿y qué, hay sorpresas? Evidentemente, no. Pues eso: que nos sigan entreteniendo

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