La tapia con sifón

La memoria y los placeres

A principios de 1986, Paco Urrea y su esposa Lola abrieron la Quesería Galatea, algo insólito en aquella Almería y aún lo es

Tener dos experiencias placenteras en dos días consecutivos no es habitual. Y en ambas interviene la memoria, aunque un recuerdo es de hace casi medio siglo y el otro de un año. Empecemos por el más antiguo, a principios de 1986, cuando Paco Urrea y su esposa Lola abrieron la Quesería Galatea. Era algo insólito en aquella Almería, y en buena medida aun lo es. Además de hacer honor a su nombre con una gran variedad de quesos bien conservados, tenía bastantes vinos, caviar Beluga, foie gras de Las Landas, un glorioso jamón de Cumbres Mayores y un gusto delicado en la presentación de tapas y platos. Así lo comenté brevemente aquel año y, cuando volví a escribir de gastronomía en 1991, lo confirmé ampliamente. Y así siguen, escoltados por “el otro Paco”, un gran camarero que lleva más de treinta años en Galatea. Esta semana, a pesar de que era una comida multitudinaria, con niños y todo, los platos salían perfectos de presentación, las carnes al gusto de cada comensal, las gambas justas de cocción y temperatura…El jamón sigue siendo, excelente no, excelentísimo (no digan la cipotá esa de “lo siguiente”; en español tenemos superlativos), cortado como muy pocas veces lo he probado. Y he probado unos cuantos, loados sean los dioses.

El otro ejercicio de memoria es de José Carlos Belloso y Belén Ibáñez, propietarios del restaurante Errante. El comentario que le dediqué en esta columna, en febrero del 22, era elogioso, con una sola pega: “Un único lunar en mi única comida (por ahora) es que el rabo deshuesado resulta seco”. El viernes pasado lo volvimos a pedir, y José Carlos me dijo que si estaba aun seco. Buena memoria, le dije; y no, no estaba seco, estaba perfecto, cremoso, sabroso sin empalago. Un gran trabajo de la cocina de Belén, quien, por cierto, ya está siendo convocada a jornadas, salones y demás celebraciones gastronómicas. Se lo merece. Destaco también su lasaña wanton de vieiras y gambas, con una textura deliciosa y plena de sabor. Cuidadas presentaciones, buenos vinos, postres ricos y servicio impecable completaron un placentero almuerzo. Para que no se diga que no les doy trabajo a la cocina y a la memoria, el pulpo necesita unos minutillos más de cocción. Nos vemos pronto.

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