Los nacionalismos periféricos

Es el gran monstruo creado por esa burguesía al que ya no puede contener y apaciguar

Vaya por delante que, pese al enorme prestigio que se les otorga y el esfuerzo político que se hace por potenciarlos y sobrevalorarlos en las democracias del mundo desarrollado, los aspectos identitarios de una comunidad son por definición perniciosos, en tanto que causantes de enfrentamientos y sostenedores de todo lo más oscuro, peligroso y destructor de la naturaleza humana. La exaltación identitaria se construye siempre desde el instinto de superioridad frente al vecino. Todos los nacionalismos se cimentan y sostienen en el racismo, la xenofobia, el supremacismo, la intolerancia, el fundamentalismo, la soberbia y arrogancia, la chulería y el desprecio a los vecinos o a los diferentes, y si es necesario en el desacato y la violencia. De los periféricos españoles, el vasco y el catalán han actuado desde la llegada de la democracia con una virulencia exaltada antes desconocida. Se trata de comunidades históricamente mimadas, enriquecidas e industrializadas, además, en detrimento de otras mucho más pobres del territorio nacional. Han usado sin cortapisas desde hace más de un siglo todos los mecanismos del capitalismo más duro para enriquecerse a costa del resto. Primero para abusar y explotar a una mano de obra barata, procedente de Andalucía, Extremadura y las Castillas, y después para venderle sus productos a esas mismas regiones. Se trata por tanto de nacionalismos paridos y engordados por una burguesía acomodada y altiva, insolidaria y fascista. Esta burguesía abyecta es la que ha gobernado estas comunidades desde el inicio de la democracia usando todos los medios a su alcance para consolidar su estatus económico a costa del resto del país, ya fuese bajo la apariencia política de izquierdas o derechas; son siempre los mismos actores. Una burguesía que ha usado el poder público para manipular a una población ignorante desde sus aulas y sus medios de comunicación, representando un impostado papel de víctimas frente al Estado central y alimentando un continuado instinto de superioridad racial y de desprecio hacia lo español. Se ha colocado un discurso supremacista para niños consentidos y mimados que creen tener todos los derechos frente a sus vecinos inferiores. El resultado es un elevado porcentaje de población exaltada y azuzada, ya incontrolable; es el gran monstruo creado por esa burguesía al que ya no puede contener y apaciguar; una turba de gentuza, un ejército de imbéciles adoctrinados que, defraudados, ahora empiezan a revolvérsele y pedirle explicaciones.

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