La Tribuna

Ángel López Moya

Escritor

Los pantanos y la sequía

Ha llovido un poco en Semana Santa y ya hemos olvidado la sequía. Es un hecho que durante los últimos 50 años el número de precipitaciones en nuestra provincia y en general en toda España ha disminuido considerablemente. Todos los que nos movemos por los pueblos del interior de la provincia, hemos podido comprobar cómo un buen número de manantiales, en los que saciábamos nuestra sed después de los juegos y aventuras durante nuestra niñez, se han secado o ha disminuido considerablemente su caudal en el mejor de los casos. También he podido comprobar, cómo secanos donde en los años 50 se cultivaban trigo, cebada y garbanzos, hoy encontramos enormes y horribles invernaderos, que destrozan salvajemente el paisaje, mientras contemplamos con impotencia y resignación este atentado contra el medio ambiente. Que estamos viviendo un periodo de sequía, es una realidad incuestionable y nuestra civilización, que ha conseguido llegar a la luna y crear la inteligencia artificial, no es capaz de desviar las danas y borrascas para que las nubes cargadas de agua procedentes del Atlántico, descarguen el preciado líquido en las zonas más sedientas de nuestra geografía. Pero hay cosas que sí podemos hacer en España para poder paliar, al menos en parte, esta sequía que nos azota en los últimos años y no estamos haciendo absolutamente nada para solucionarlo. No se trata de nada novedoso, se trata simplemente de hacer pantanos y una red de canales y acequias que hagan que el agua sobrante de nuestros ríos no acabe en el mar, sino en las ciudades y zonas de cultivo. Hay dos hechos concretos relacionados con la escasez de agua: uno el aumento de los cultivos en España como consecuencia del aumento de población. El otro motivo es que, a pesar de esta demanda de agua, que no ha surgido de repente, no se ha hecho ni un solo pantano desde hace medio siglo, mientras nuestros ríos siguen vertiendo el agua a todos los mares que nos rodean. Desde el fallido intento del trasvase del Ebro al Levante español hasta Almería, que quedó paralizado en 2004, todos los inviernos y primaveras es noticia el Ebro, cuando se desborda e inunda los cultivos de sus márgenes, e incluso algunos pueblos rivereños y el Arrabal de Zaragoza.

Los periodos de sequía como el que estamos padeciendo, no es nada nuevo en nuestra querida España, por mucho que se empeñen los seguidores y aprovechados que viven del cambio climático; basta con rebuscar un poco en nuestros archivos históricos, para encontrar datos que demuestran que estos ciclos climáticos no son nada nuevo. En el año 941, en tiempos de Abderramán III, Córdoba y su campiña sufrió una sequia atroz. Entre 1567 y 1568 se produjo otra gran sequía en la zona de Barcelona. Pero la sequía más importante que tuvo lugar en España fue la de 1749,que duró hasta 1753, aunque en 1752, como consecuencia de las grandes lluvias locales, se produjo una gran inundación en la cuenca del Guadalquivir. El río Tormes se quedó totalmente seco y en algunas regiones del centro y sur de la Península hubo hambruna. El último periodo de sequía tuvo lugar entre 1944 y 1946, en el que el río Manzanares quedó completamente seco y el Ebro casi. De menor importancia también hemos padecido sequias en 1975, 1983, 1988 y tres más en este siglo en 2000, 2006 y 2017. Intercalado con estos periodos de sequía sufrimos la gran riada de Valencia, que tuvo lugar el 14 de octubre de 1957 en la cuenca del Turia y en Valencia capital; murieron 81 personas. En aquellos años aún había una gran solidaridad entre todos los españoles. Recuerdo un acto que tuvo lugar en el teatro Cervantes de Almería, para recaudar dinero para los afectados por la riada y una de las cosas que se subastaron fue el valioso anillo de nuestro obispo don Rafael Ródenas García, que lo cedió para colaborar con esta causa y él se puso uno de hierro. El 14 de octubre de 1973 tuvieron lugar otras grandes riadas en las provincias de Granada, Almería, Murcia y Alicante con 150 muertos y medio centenar de desaparecidos. En nuestra provincia se vieron afectados más de 20 pueblos en las cuencas del Almanzora y río de Adra. Sabiendo por tanto que el tiempo es impredecible, necesitamos hacer obras hidráulicas que aseguren el agua, no solo para el consumo humano, sino para regar nuestros campos, porque si se acaba la agricultura se acaba la vida. Los agricultores no pueden vivir mirando continuamente al cielo, para ver si pasa alguna nube y descarga un poco de agua sobre sus cultivos.

Las soluciones ya están inventadas y funcionando con éxito. Los romanos y musulmanes ya hicieron magníficas obras hidráulicas, muchas de las cuales se mantienen en perfecto funcionamiento. Las plantas desaladoras, aunque más modernas que las anteriores, también llevan años funcionando y con éxito. Por tanto lo único que hay que hacer y cuanto antes mejor, es construir en toda la costa cuantas desaladoras sean necesarias y en el interior hacer más pantanos y una red de canales que hagan llegar el agua allá donde sea más necesaria. Todo menos que el agua termine en el mar. Nuestros políticos son como los agricultores, que solo siembran lo que pueden cosechar a corto plazo. Aquí nadie piensa en el futuro. Qué resuelvan las generaciones venideras. ¡Qué pena!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios