No sé por qué suelo acordarme estas fechas de las personas menos indicadas o, mejor dicho, de los que nadie quiere acordarse. Y con eso no solo me refiero a los menos agraciados, o bichos ratos como Scrooge, personaje de Dickens, sino a todos esos considerados antinavideños. Y de estos hay muchos. Ahora está de moda señalar como Grinch a todo el que dañe el supuesto espíritu navideño, como si atacara alguna epifanía. El Grinch surgió en 1957 por primera vez como metáfora crítica del hiperconsumismo. No obstante hay más. Por ejemplo el Krampus, que es una criatura de orejas de elfo y grandes cuernos, proveniente del folclore de Centroeuropa, que representanta al anti Santa Claus por su corte diabólico. Todos ellos son una grieta que demuestra que la navidad no existe más allá de la construcción cultural. Y todos ellos conducen mi interés en esta invención en donde se observa la futilidad del comportamiento humano, que no es solidario durante el resto del año ni cultiva valores sino que en navidad dice sentirse solidario sin llegar a serlo en la práctica. Pero de todos estos antisímbolos navideños para mi sigue siendo interesante Ebenezer Scrooge, tal vez porque en mi condición de ochentero lo conocí en aquellos dibujos animados con acento suramericano que emitían en la televisión española y que tanto me gustaban. Scrooble sigue siendo la clave de la antinavidad. Más allá de su simbolismo en la obra de Dickens, como crítica mordaz a la mentalidad egoísta y la avaricia, tiene una lectura que quizás no se haya hecho aún. Si Scrooble tenía ese comportamiento era porque había tenido experiencias pasadas traumáticas; había experimentado pérdidas y decepciones en su vida, lo que había endurecido su corazón. Por otro lado Scrooble había sido testigo de la desigualdad social y la pobreza que lo rodeaba. En lugar de sentir compasión por aquellos menos afortunados había desarrollado un mecanismo de defensa propio de quien está enfermo. En el fondo era un hombre solitario y perdido que sufría. Tanto era así que una vez dialogó con los tres espíritus que se le presentaron cambio radicalmente de actitud. Eso demuestra que estaba enfermo de soledad. Por eso siempre me dio pena. Pero esa es la navidad real, la de los ninguneados, la de los descartados. Por eso me solidarizo con ellos, porque se merecen otra oportunidad. De eso va la navidad, ¿no?

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