No puede ser

Cuando parece inaudito o despampanante lo que se dice, cabe pensar en una treta de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial (IA), por su versatilidad tan variopinta -no solo da para un roto y un descosido-, puede resultar una oportuna excusa a propósito de lo que no parezca natural o esperado. Así, ante declaraciones de personajes notorios -sin entrar en los motivos por que sea así-, cuando parecen ajenas no solo al sentido común, sino a la normalidad no afectada por algún estropicio de la razón, puede sospecharse que se deban, por lo inaudito o despampanante de lo expresado o declarado, a una maquinación urdida por la IA. Esa misma que sirve para desnudar virtualmente a terceros y colocar en las redes sociales vídeos de un irreal despelote rijoso.

Por otra parte, aunque la IA no reúne dos términos contradictorios, como expresión de un oxímoron genuino, sí carece del albedrío de la inteligencia natural o personal, ya que responde a una mayúscula confluencia de algoritmos y aproximaciones regida de forma cibernética. Por artificial, esa inteligencia presenta un carácter no poco ortopédico. Asimismo, puede advertirse de qué pie cojea, pues ni siquiera los algoritmos se libran de la orientación ideológica.

Ante la versatilidad antedicha de la IA, si se reúnen manifestaciones y declarantes, con el tono e inflexiones de la voz, las muletillas características, los énfasis impostados y la estética que cada cual cuida o descuida -un cuidado descuido es más habitual de lo que parece, y, así dicho, hay materia de oxímoron-, entonces la suplantación y sus efectos pueden complicar las cosas, porque la ficción no es que supere, sino que sustituye a la realidad. Ahora bien, si los afectados por tan perversos usos de la IA no desmienten o denuncian tales montajes, el “no puede ser”, con que se reaccionó al conocer, escuchar o ver lo que parecía inadmisible o impropio, se convierte en un irrisorio desconcierto -otro oxímoron- con el que ha de darse crédito a lo que en modo alguno parecía tenerlo.

Finalmente, cuando la inteligencia natural produce estos desatinos, deben preocupar dos cuestiones relacionadas: que los protagonistas no lo adviertan y den por sensatos y procedentes sus atropellos, de una parte; y que encuentren adeptos entregados a la causa casi por abducción, de otra. ¡No puede ser!

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