¿Por qué no me quieren? Se pregunta Sánchez

El haber sido objeto de críticas en cuanto Presidente del gobierno, es comprensible y va en el sueldo

Se preguntaba Víctor Lapuente en un artículo muy reciente si Pedro Sánchez se preguntaría por las mañanas ante el espejo:" ¿Por qué no me quieren?". Supongo que problematizaría la situación a raíz de las encuestas conocidas en las que aparte de resultados negativos para el partido en posibles elecciones , su persona no sale bien parada. Y no solo en las encuestas: flota en el ambiente un cierto rechazo hacia su persona. ¿Por qué? se preguntará. También a mí me gustaría encontrar una respuesta válida. Una posible respuesta podría encontrarla en que en determinados medios parece que identifican a Sánchez con la definición que nos daba del infierno aquel viejo catecismo que aprendimos en la niñez: el conjunto de todos los males, sin mezcla de bien alguno. Ha sido claramente el muñeco de pim-pam-pum. El haber sido objeto de críticas en cuanto Presidente del gobierno, es comprensible y va en el sueldo. Mientras esas críticas se han referido a sus decisiones como tal es algo comprensible. Lo apruebo. Se puede y se debe, en su caso, estar en desacuerdo con su política económica o tributaria, o con la extensión de ciertos derechos hasta ahora no reconocidos. Eso forma parte de la ideología de cada cual. Sin embargo, por lo visto, oído o leído en determinados medios de comunicación, sobre todo en los grandes titulares no era ese el centro de la crítica, sino más bien el recurso a desacreditar algunas decisiones calificables como el chocolate del loro; por ejemplo, el ingreso mínimo vital o el mismo bono cultural considerado como una concesión destinada a ganar votos que le permitan seguir en el cargo. Y por supuesto, la gran crítica siempre dirigida a su apego al sillón. Como si esa fuera exclusiva de Sánchez. ¿Han visto a Liz Truss? También le reprochan la altanería y el dogmatismo que le impele a eliminar a todo aquel que no comulga con él, aunque al mismo tiempo critican que el Psoe está dividido. Y no digamos ya la multirepetida anécdota del Fantom. O la agresividad que, dicen, muestra en sus debates y que hace que algún compañero de este mismo periódico profetice que por su causa habrá un agrio debate con Feijoo en el Senado. Puro prejuicio. Y todas esas cosas son las que se repiten una y otra vez, como si fuera lo único que ha realizado durante su estancia en el gobierno. ¿Y si se conjugaran esos datos con otras decisiones como el salario mínimo o el reconocimiento del derecho a la muerte digna?

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