El rap de la reina

Tocar un cajón en la calle o “rapear” en un discurso pueden ser formas de hacerse más cercanos los reyes

La realeza posmoderna lo tiene bastante peor que la medieval para afirma su naturaleza. No se entienda, con ello, una extemporánea reivindicación del absolutismo monárquico o de la cercanía de las resoluciones de los reyes a los designios providenciales, tenido su vínculo con la divinidad, ante la que solo habían de rendir cuentas. Hogaño, cuando el siglo XXI se acerca a su primer cuarto, la realeza precisa legitimidades bastante menos reconocidas. No ya por un republicanismo ilustrado y respetuoso, sino por la deriva antisistema de variopintas formas de radicalismo más o menos extremo. En ocasiones, maneras populares -que no populistas- de expresarse o manifestarse aligeran el hieratismo o la solemnidad propios de la condición de los reyes.

El “borboneo juancarlista” puede ser buena muestra de ello, e incluso las conductas desfavorables de don Juan Carlos I revelan que los reyes son, primeramente, hombres o mujeres con las virtudes o los defectos propios de la condición humana, ante la que queda lejos, o no está extendida, la rectitud. Don Felipe VI no “borbonea” al modo de su padre, pero también gusta de guiños populares como el de tocar, espontáneamente, un cajón en plena calle de Cádiz, ante la mirada atónita de la reina consorte. Esta, aun sin provenir de la realeza, suele exteriorizar modos o maneras reales; aunque, de puertas adentro, como en el común de las casas, todo sea desconocido. Con motivo de la salud mental, la reina doña Letizia ha acudido al rap para concienciar sobre la importancia de prevenir y afrontar adecuadamente y con recursos las enfermedades que afectan a la mente. Como profesional que fue de los medios de comunicación, conoce qué formas, asociadas a su condición de reina, ayudan sobremanera al impacto. De modo que ha acertado al convertirse, coyunturalmente, en la reina del rap, una expresión musical que, como la debida al cajón, no es de las más excelsas o distinguidas, aunque sí cuente con nutrida aceptación popular.

Facilón e improcedente sería reunir el “cajoneo” del rey y el “rapeo” de la reina en una composición singular, cuando se trata de formas de hacer más popular y cercana la presencia de los reyes, si bien no conviene descuidar cómo administrarlas.

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