La tapia del manicomio

El reparto de las aguas

Todo el agua de más que nos ha traído Filomena, es agua de menos que llegará a cualquier otra parte del mundo

Después de cuarenta días y cuarenta noches lloviendo sin parar, salió el sol. Nos referimos al Diluvio Universal. Como no había periódicos, ni radios, ni televisiones en la época de Noé, la poca gente que había (la que iba en el Arca, porque los demás se ahogaron) no tuvo que soportar, además de la tremenda tormenta, el catastrofismo cansino de los medios de comunicación social, ni el de los políticos insociables que ahora nos amenizan la vida. Nos acordamos ahora que ha vuelto el calor, porque hemos encontrado una noticia sobre los efectos positivos de la Filomena. Eso sí, hemos tenido que tirar de lupa porque estaba en páginas interiores y a una sola columna. Dice la noticia que esa borrasca ha dejado en España cinco mil hectómetros cúbicos, que viene a ser el consumo urbano de todo el país durante un año. Lo que supone una quinta parte de todo lo almacenado en estos momentos en nuestros muchos embalses -pantanos que decía Franco-. ¿Esto compensa los daños que ha causado la borrasca?. Seguramente no, pero es un consuelo y joroba que no se le dé el mismo tratamiento que a las malas noticias. Por ejemplo, el Tajo ha recibido más de 1.000 Hm3 en esta tacada, con lo que les va ser difícil a los castellano-manchegos oponerse a que se envíen al trasvase Tajo-Segura los 600 Hm3 anuales, que es el máximo que marca la ley. Cifra que nunca se completa, por cierto. De todas formas, de ese trasvase a los almerienses nos toca muy poco, pero en fin, aquí también Filomena nos ha traído la pedrea: casi la tercera parte de lo que llueve en todo el año.

Lo que pasa, mirando un poco más allá de nuestras propias narices y ombligos, es que el agua que hay en la Tierra es una cantidad limitada, que ni aumenta ni disminuye, solo cambia de sitio donde llega. Es decir, que toda el agua de más que nos ha traído Filomena, es agua de menos que llegará a cualquier otra parte del mundo. Más de uno dirá que lo que le importa son su bañera y sus macetas o su hectárea de pimientos. Y que a los demás les vayan dando. Es una vieja tradición que se sustancia muchas veces en sacar el santo en procesión a impetrar la lluvia en tiempos de sequía. Así que hay que buscarse un patrón o virgen que tenga mano en el cielo. Por ejemplo, en dos pueblos de la periferia granadina, que tienen el mismo santo -San Miguel-, suelen cantar: "Que viva San Miguel, patrón de Armilla, que tiene más cojones que el de Churriana". Y así nos va.

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