El callejón del gato

El rescate de las autopistas

Si la cosa funcionaba las empresas obtendrían grandes beneficios y los bancos grandes intereses

Se veía venir, el nuevo ministro de Fomento Íñigo de la Serna anunció la semana pasada que las autopistas de peaje que impulsó e inauguró José María Aznar durante su etapa de gobierno, a bombo y platillo para su mayor gloria, están en situación de ruina y el ministerio ha asumido que será el Estado quien se encargará de su rescate y su gestión posterior. Lo anunciado por el ministro de la Serna contrasta con lo que dijera en su día su antecesora en el cargo doña Ana Pastor que, en reiteradas ocasiones, negó que el Estado fuera a asumir el importe millonario ocasionado por la quiebra de las autopistas de peaje. Pero las palabras se las lleva el viento y de lo que prometió la actual presidenta de la cámara baja en sus tiempos de ministra, pelillos a la mar. Doña Ana Pastor ahora tiene otros quehaceres y que no le vengan con milongas de lo que pueda hacer su sucesor en el ministerio. Así que vamos a ser todos los contribuyentes los que vamos a sufrir las consecuencias de la mala gestión de unos empresarios que jugaron una partida con las cartas marcadas. Resulta que las empresas concesionarias que tuvieron la brillante idea de hacer las autopistas de peaje con ánimo de lucro, o sea para ganarse una buena pasta, contaron con préstamos millonarios de los bancos para su financiación, y pusieron las obras en marcha sin correr riesgo alguno. Si la cosa funcionaba las empresas concesionarias obtendrían grandes beneficios y los bancos se embucharían los intereses correspondientes. Liberalismo puro en el caso de que el negocio fuera viento en popa y hubiera ganancias para repartir, pero intervencionismo del Estado asumiendo las pérdidas si el negocio se iba a pique. Esas cosas pasan entre quienes gestionan intereses en despachos con moqueta, donde gobierno y grandes empresarios se dan la mano. A pie de calle la situación no es comparable. Si un fulano se halla sin empleo, pero cuenta con algunos ahorrillos de cuando trabajaba en una de las empresas constructoras de las ocho autopistas en quiebra que el ministerio de Fomento va a rescatar y, tal como está el panorama para encontrar un nuevo trabajo, decide montar un pequeño negocio, arriesgando su escaso capital más el importe obtenido hipotecando su vivienda, si fracasa y tiene que bajar la persiana a los cuatro días, ya sabe la ruina que le espera. Sin blanca, la vivienda embargada y durmiendo al raso. ¿Demagogia? Llámelo como quiera pero ¿no es para cabrearse?

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