Reflejos

Francisco Bautista toledo

Un viaje a Tierra Santa

En el libro del autor catalán Juan Perucho (1920-2003) “Las aventuras del caballero Kosmas”, se relatan los viajes de Kosmas, un caballero bizantino tras el rastro de su amada Egeria. En su aventura coincide con San Isidoro y San Braulio, acompañado de su fiel escudero Arquímedes II, un autómata. La existencia de autómatas en la antigüedad no debe extrañarnos, pues existen referencia sobre ello en los escritos de Georgius Monacus, s. IX, y un siglo después Liutprando de Cremona, entre otros. Se dice que San Alberto Magno tenía una cabeza parlante, y en el siglo XVI se narra la existencia de El Hombre de Palo, en Toledo, invento de Juanelo Turriano.

En esta aventura, viaja el grupo citado por tierras de Almería. Han partido desde Cartagena hacia Sevilla, y en los campos de Tabernas se enfrentan a recuerdos, monstruos mitológicos y al demonio Arnulfo, descubriendo la ciudad invisible de Indala, lugar donde se encuentra la fuente de la eterna juventud, pues es en las costas del sudeste peninsular donde se encontraba el País de los Inmortales, según los marinos cretenses.

¿Existió en realidad Kosmas?, ¿y Egeria? Perucho basa la figura de su protagonista en en el personaje histórico Cosmas Indicopleustes, que vivió en el siglo VI, cuyo nombre verdadero era Constantino de Alejandría, comerciante, viajero y monje nestoriano, que escribió el libro “Topographia Christiana“, que relata sus viajes por el océano Índico. Egeria (s.IV) fue una dama viajera, que peregrinó a Tierra Santa desde la península ibérica, recorriendo la costa europea hasta Constantinopla, pasando por Asia Menor hacia Jerusalén, y desde allí visitó el Sinaí, Palestina, Alejandría, Mesopotamia y Siria, volviendo de nuevo, pasados tres años, por Constantinopla. Escribió “Itinerarium Egeriae”, obra en la cual describe, de forma detallada, los lugares visitados, su topografía, costumbres e historia. Fue uno de los mejores textos de viajes de la antigüedad clásica. Era común en su época la existencia de damas romanas peregrinas, como es el caso de Santa Helena, madre del emperador Constantino, así como Melania la mayor, Paula de Roma y Melania la joven. Hasta 1884 poco se sabía de la hispana Egeria. En ese año Francesco Gamurrini atribuyó el relato de este viaje a Silvia de Aquitania. En 1903, Marius Ferotín demostró que el texto del viaje correspondía a Egeria. San Valerio de El Bierzo (s.VII), en una carta, la citaba en dicho periplo, y Pedro Diácono (s.XII) también menciona su nombre. Las aventuras de esta religiosa nos ilustran sobre ese olvidado mundo antiguo.

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