Tribuna

JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ ALLES

Los ‘Episodios Nacionales’ y la Constitución

Los ‘Episodios Nacionales’ y la Constitución

Los ‘Episodios Nacionales’ y la Constitución

Estos días se nos está intentado convencer de que el resultado de las elecciones del 23-J ha dividido España en dos bloques liderados por sendos candidatos, ambos con aspiraciones a ser propuestos a la Presidencia del Gobierno, pretensión que sus respectivos portavoces justifican en el hecho que los dos han ganado. En el caso de uno de los dos “ganadores”, la llave de La Moncloa depende de la voluntad de un prófugo de la justicia cuyo objetivo confeso se dirige a romper España y cuyas condiciones de negociación sintonizan con la de otros partidos separatistas: reclamar sin disimulos un referéndum vinculante para proclamar su soberanía. A simple vista, una rentable coartada concebida para mejorar sus posiciones en el sistema de financiación autonómica a costa de la calidad de los servicios públicos de otras CCAA y del incremento de una de por sí insostenible deuda pública. Pero a medio plazo, una torpe estrategia que, además de endosar una pesada carga a las generaciones presentes y futuras, les provoca un efecto rebote porque debilita intensamente la capacidad soberana de negociación del Gobierno ante la UE en asuntos de interés autonómico. Para preparar el terreno, unos ajenos a la realidad y otros con ánimo de engañar, ya se habla sin rubor de España como “nación de naciones” o “país de países” y de otras incoherencias.

Igual que en otras ocasiones, como cuestión de fondo subyace el intento de negar o banalizar la consideración de la Constitución como norma y como punto de encuentro, y aunque no nos guste reconocerlo, la inexistencia de un relato compartido común al conjunto de los españoles y territorios. Todo lo cual está siendo motivo de reflexión académica estos días en la conmemoración del siglo y medio de la publicación de los primeros Episodios Nacionales, sólo tres años después del Año Galdós (centenario de su nacimiento), que quedó muy mermado por las limitaciones derivadas del confinamiento.

Desde 1873, y en cinco series que llegarían al año 1912, las célebres 46 novelas históricas del escritor de Las Palmas lograrían consagrarse como el más leído relato colectivo español del siglo XIX y de las primeras dos décadas del siglo XX. Aunque se han editado contribuciones interesantes conducentes a la misma finalidad, ningún autor ha conseguido ofrecer un relato semejante para el siglo XX y lo que llevamos del XXI.

Como Faulkner o Updike en Estados Unidos, Dickens o Scott en Reino Unido, Balzac en Francia, Fontane en Alemania, o Queiroz y Pessoa en Portugal (naciones donde esta tarea ha sido continuada), Galdós nos ha legado una narración realista destinada a ser asumida con independencia de ideologías, territorios o generaciones. Inspirado en el principio de que “la imagen de la vida es la novela” y superadas las aceradas críticas sostenidas contra su obra, el insigne canario nos ayuda a cumplir uno de los requisitos esenciales de una sociedad democrática que se dota de una Constitución entendida como pacto fundacional (Badura) y como norma fundamental para la convivencia: la narración crítica de una historia colectiva diversa y vinculada a valores compartidos que, al mismo tiempo, puede fundamentar culturalmente el patriotismo constitucional (Loewenstein, Sternberger) como patrimonio de todos sin posibles apropiaciones partidistas.

En síntesis, una España que puede ser enseñada sin manipulaciones y transmitida con normalidad de generación en generación.

En observancia de este objetivo insoslayable en todo Estado que normativamente merezca el calificativo de “constitucional”, el contexto cultural de los Episodios Nacionales, y no solo su realismo literario, sentó las bases para la aceptación por todos de la historia contemporánea de España. La España de Galdós es también la España de Moret, Giner de los Ríos, Concepción Arenal, Castelar o Azcárate, esto es, la España que lucha por la buena educación, la igualdad, el parlamentarismo de altura y la vuelta a Europa. Una España que influiría en Juan Ramón, Antonio Machado o Lorca, y en el ámbito del Derecho Político, en los maestros de la primera mitad del siglo XX, principalmente Posada y Ayala, y a través de estos, de autores de la Escuela de Madrid (Marías o Zambrano) y de otros pensadores, en los redactores de nuestra Constitución, en aplicación de la cual se produjo el retorno de España a la normalidad y a Europa.

Convertida hoy la UE en uno de los “niveles de gobierno del Estado”, la inacabada narración sobre España se inserta con naturalidad en la historia europea y en su Derecho Constitucional común. Es precisamente en el seno de nuestra “forma de gobierno multinivel”, donde resulta imposible toda pretensión nacionalista de alcanzar una soberanía que ni pertenece al Parlamento o al Gobierno –nadie da lo que no tiene– ni tampoco presenta la más mínima viabilidad política y económica. Siempre con la referencia europea, y dado que los partidos políticos y las instituciones acusan evidentes señales de agotamiento y falta de ideas, sigue correspondiendo a la sociedad la vocación y la responsabilidad de continuar el objetivo galdosiano de lograr el relato común de todos los españoles.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios