Tribuna

Ildefonso Marqués Perales

La tragedia y su criatura

Mitad cíclope libertario, mitad minotauro autoritario, esta criatura propone dejar de escuchar a las sirenas destrozándose los oídos. Milei propone un modelo alternativo al peronismo que es su contrario

La tragedia y su criatura

La tragedia y su criatura

Una frase apócrifa y una intervención intempestiva. Las dos nos valen. Empecemos por la primera: “existen cuatro tipo de países: los desarrollados, aquellos que están en vías de desarrollo, Japón y Argentina”. Esta frase se le atribuye a Simon Kuznets, premio Nobel de Economía en 1971. Ahora veamos la intervención realizada por el ex presidente de Uruguay Pepe Mujica el 22 de octubre de este mismo año. “Hay una economía para el resto del mundo y para Argentina… hay otra”.

Dos épocas distintas y dos personajes antagónicos –uno economista especializado en crecimiento económico y otro ex guerrillero– pero un mismo diagnóstico. Si existe algún consenso mundial en la opinión pública es este: Argentina es un caso inaudito, un verdadero outlier. Históricamente, los gobiernos argentinos han sido considerados derrochadores pero, bueno, esta acusación ha sido adosada a la mayor parte de los países. Hay nobleza en los gobiernos cuando intentan dotar de servicios universales, públicos y gratuitos a sus ciudadanos. También, hay nobleza en éstos cuando intentan pagar la nóminas de sus trabajadores y las pensiones de sus mayores.

No obstante, lo que el pueblo recibe está determinado por lo que produce. Como demostró en su excelente libro Delirio Americano (2022) Carlos Granés, Juan Domingo Perón percibió con agudo ingenio que la vía de los golpes de Estado en el continente americano era una vía apagada. Los nuevos tiempos iban a convertir al pueblo en un actor necesario. En términos electorales, este era el mayoritario por lo que debería ser recompensado en derechos y servicios sin estar sometido a ningún tipo de límite. Los muchos (pueblo) se lo merecen todo porque todo en él es integridad, bondad y excelencia. Los pocos (empresarios) no se merecen nada más porque todo en ellos es corrupción, egoísmo y barbarie.

Eso suponía desligar las necesidades de toda su materialidad. A partir de ahora, la cosa no iba de alcanzar un nivel alto de riqueza que posibilitara un Estado del bienestar maduro sino dar por supuesto tanto el bienestar como la riqueza. Un país tan rico en materias primas (productos agrícolas, vacuno, petróleo, pesca, litio, gas…) debía brindar a su pueblo un nivel de vida no sólo aceptable sino relativamente opulento.

No obstante, este modelo ha entrado sucesivamente en crisis y la solución propuesta ha consistido en la emisión del papel moneda. Nada infrecuente. Todos los países alguna vez en su historia han recurrido a esta solución. Ahora bien, todos pusieron medios para superar esa adicción malsana. Por esta razón, los bancos centrales son relativamente independientes. Nadie nombra a sus integrantes y sus decisiones nos afectan a todos. Y de qué forma. Son instituciones contra-mayoritarias dirigidas por una estricta tecnocracia. Como consecuencia de su creación, los ciudadanos de la mayor parte de estos países han llegado a ceder parte de su soberanía. El filósofo noruego John Elster señalaba que el funcionamiento de este tipo de instituciones queda ilustrado en la Odisea de Homero, en la narración del mástil y las sirenas. Sabiendo Ulises que puede quedar seducido por sus cantos, se amarró al mástil. Se aseguraba así de tener controlada su voluntad. Sus compañeros de viaje se taparon los oídos.

En este aspecto, Argentina se ha comportado como un adicto. De ahí que, poco a poco, crisis tras crisis, se hayan generado las condiciones perfectas para la aparición de una rara criatura. Mitad cíclope libertario, mitad minotauro autoritario, esta criatura propone dejar de escuchar a las sirenas destrozándose los oídos. Javier Milei propone un modelo alternativo al peronismo que es su contrario. El contraejemplo como virtud.

Ante esta situación solo cabe dos soluciones. La primera es que Massa cree un gobierno de concertación nacional junto a los radicales, que tenga como primer objetivo la contención de la inflación. Para hacer esto habría que liberarse de todas las políticas voluntaristas de una parte de la izquierda kirchneristas. O esperar que la criatura se viese doblegada por la realidad dada su necesidad de negociación. Casi seguro que ninguna de estas dos opciones son probables y quizá sólo sean los sueños de un pobre gallego.

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