Bajo Palio

Una noche de Dolores en torno al Duelo

  • El Discípulo Amado vuelve a evitar la Soledad de María otro Viernes Santo La entrada a Santiago era un hervidero de fieles que esperaban escuchar las últimas siete saetas de la Semana Santa almeriense

CADA Viernes Santo es especial para la Hermandad soleana, pero este lo es más si cabe pues celebra aniversario. Se cumplen 75 años de la bendición de la actual imagen de Nuestra Señora de los Dolores (la anterior fue detsruida en la Guerra Civil). Y así, con el ánimo de hacer bien las cosas para no deslucir el trabajo realizado durante todo el año, salió la Cofradía por las puertas de la Iglesia de Santiago, bien entrada la noche, a eso de las 21.00 horas.

Miles de fieles aguardaban con recogimiento la salida del templo, pues no pasa desapercibido el fervor que despierta la Virgen de la Soledad entre los almerienses. Tras unos cuantos penitentes ataviados con túnica negra de sarga con cola recogida, cinturón y escapulario, asomó por el dintel de Santiago el misterio del Duelo. Los 45 costaleros que portaban a San Juan, imagen salida de las gubias del afamado imaginero sevillano Juan Manuel Miñarro en 1997, salieron enchufados desde el primer minuto, andando en silencio y siguiendo las instrucciones del capataz, Jorge Alonso. Qué bonito escuchar el racheo de esos costaleros. El paso iba extraordinariamente adornado por Francisco Valdivia en tonos principalmente morados y verdes.

Seguidamente y tras revirar el paso de misterio continuó saliendo el cortejo para dar paso a Nuestra Señora de los Dolores vestida con su característico manto negro bordado en hilo de oro y con la tristeza de una Madre que ya ha perdido a su Hijo, no pudo ser, se negaba a creerlo pero finalmente Jesucristo murió por todos los hombres. Ese sentimiento se podía sentir en el ambiente, los almerienses se contagiaron del mismo y existía un respeto absoluto al paso de la Cofradía por todos los rincones de las inmediaciones de la Catedral, donde se presentó la Cruz de Guía puntual a las 22.15.

El discurrir serio de esta Hermandad en la calle es una catequesis completa. Se recrea la escena bíblica en la que San Juan, junto a José de Arimatea, Nicodemo, María Magdalena María de Cleofás y María Salomé, acompaña a María en el camino de regreso del sepulcro.

La Corporación decana de nuestra ciudad (se fundó en 1772) prosiguió, por la cofrade estrechez de calle Cubo, en dirección a la Carrera Oficial, donde entró a las 23.15 para después emprender el retorno a su sede canónica, tras pasar por la Iglesia Parroquial de San Pedro, donde tuvo lugar el tradicional encuentro con el Santo Sepulcro, ya que varios miembros de la Junta Directiva de la Hermandad ataviados con su túnica penitencial aguardaban en la puerta de la calle Ricardos, acompañando el paso en el que figura Cristo yacente enterrado, extraordinariamente adornado con rosas rojas.

A estas alturas de la noche volvían a estar de nuevo abarrotadas las puertas de la Parroquia de Santiago para recibir a la Madre de Dios y al Amado Díscipulo de Jesús, al igual que en la salida, como si el reloj se hubiese parado, aunque no haya sido así por desgracia para todos los cofrades… el Viernes Santo llegaba a su fin.

Poco a poco fue recogiéndose el cortejo y tras entrar el misterio del Duelo, se escuchaban las últimas órdenes de Juan Miguel Viedma, capataz del paso de la Soledad -imagen que en 1940 tallase el imaginero madrileño José Pascual Ortells López- el cual pedía a sus 30 hombres un último esfuerzo para llevar a su Madre a su casa con el mismo son con el que salió.

Los fieles pudieron despedirse de la Virgen escuchando las últimas saetas de la noche -concretamente siete, por los siete puñales que llevan todas las Vírgenes de los Dolores- sabiendo que este año la espera no sería tan larga, pues si Dios quiere, Ella saldrá de nuevo a pasear por su feligresía en procesión extraordinaria el próximo 4 de junio con motivo del, ya anunciado, 75 aniversario de su bendición.

Como decimos, el Viernes Santo había llegado a su fin, pero los cofrades debemos regocijarnos porque no acaba con él la Semana Santa, aún nos queda la alegría del Domingo de Resurrección, día en que Cristo vence a la muerte y fiesta central de catolicismo.

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