Delicadeza, solemnidad y un gran gusto a la hora de interpretar las piezas del concierto es lo que demostró La Galanía y Raquel Andueza en su actuación en el Salón del Triunfo del Castillo de Vélez Blanco.

El concierto tuvo que cambiar de espacio por el viento, del Patio de Honor del Castillo al Salón del Triunfo. Su director, Fernando Martínez, señaló que el cambió no iba a perjudicar disfrutar del concierto: "Los músicos se sentían muy incómodos porque se caían los atriles y perjudicaba a los instrumentos. Aquí hay una gran acústica".

Simplemente salir a escena el aplauso para el grupo ya era sonoro. La expectación era máxima por parte del público y para empezar Raquel Andueza ya explicó que el programa que tenían previsto iban a modificarlo. "Por primera vez La Galanía se presenta en este Festival. Hemos cambiado el orden y alguna canción para rendir homenaje a Monteverdi".

La Galanía, además de por la soprano Raquel Andueza, estuvo compuesta por José Manuel Navarro (violín), Pablo Prieto (violín), Vega Montero (contrabajo), Laura Puerto (arpa doppia), Juan Carlos de Mulder (archilaúd) y Jesús Fernández Baena (tiorba). También contó con la voz especial del contrataron José Hernández.

El programa estuvo compuesto principalmente por arias y dúos de ópera de Francesco Cavalli (1602-1676) y otras piezas de Monteverdi. La sopera fue la primera en salir a escena con una pieza donde habla del sufrimiento y que "un día sufrirás lo mismo que estoy sufriendo yo, pero yo no estaré allá para ti". Andueza introdujo el concierto con una gran delicadeza y un sentimiento de intimidad.

Sì dolce è'l tormento, de Claudio Monteverdi, fue un canto a la contrariedad. El contratenor mostró una gran exquisitez y belleza a la hora de interpretar esta pieza. El artista arrancó los primeros bravos por parte del público.

Otro de los temas que interpretó la soprano fue Alma mía, de Antonio Cesti, donde la desesperación de una enamorada se pudo transmitir con la gran expresividad que demostró Raquel Andueza. "El tema habla de que me encanta tu pelo, tus ojos, pero no me dejes llorando", relató.

Delizie, e contenti (Cavalli) se sucedió en la programación y el contratenor mostró durante su actuación una gran técnica y distintas figuras que iba dibujando con su voz. Tras este tema, se realizó el primer dúo de la noche. Yo lo abandono y él se sorprende con la noticia, y por mucho que lo abandone siempre va a quedar conmigo el amor", dijo la soprano, a lo que respondió Hernández: "Eso se le dices a todos", lo que propició las risas entre los asistentes. Se pudo disfrutar, mediante la belleza de las dos voces, de un historia de desamor, de un gran desazón.

Tras la actuación a dúo, se interpretaron tres temas seguidos de distintas óperas Cavalli: Misero, casi va (soprano); Misero Apollo (contratenor) y Ahí questo è il fine amaro (dúo). De esta parte, se podía desprender la rabia porque se intuía la traición de ambos.

La parte interpretativa de José Hernández se pudo apreciar en la interpretación de La Calisto de Francesco Cavallli. La soprano cantó una pieza de un anónimo que según explicó era una frase de un enamorado a su amada: "Preciosa mía, con esa mirada me dais la vida y me dais la muerte. Hay un tiempo que no sé si estoy vivo o estoy muerto, pero como estoy tan feliz no me importa si estoy vivo o estoy muerto".

Para acabar el concierto interpretaron las piezas de Cavalli discípulo de Monteverdi: Che dunque sarà y Io t'abbraccio. Después de un extenso aplauso, terminaron con una pieza de l'incoronazione di Poppea de Monteverdi.

Este concierto de La Galanía adentra al espectador en el esplendor de la música escénica de la era dorada en la Serenísima República de Venecia y pone de relieve la importancia que la ópera veneciana del siglo XVII otorgaba a las voces en solitario frente a las obras que destacan especialmente la música coral.