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Un Almería sin actitud ni aptitud

  • Ridículo Durante la primera mitad los rojiblancos jugaron al 'tran-tran' y tan sólo reaccionaron tras la expulsión de Negredo ¡Arconada dimisión! La afición pidió al entrenador que se marche y silbó a Julio Álvarez desde la media hora de juego

La Unión Deportiva Almería no hizo gala ayer a su nombre y sobre el césped del Mediterráneo se vio al equipo más desunido que se recuerda. A estas alturas ya no es ningún secreto la división que existe en el vestuario entre partidarios y detractores de Arconada (para más detalles vean la información de la página 8), o las dudas que en el propio Consejo de Administración despierta el técnico vasco, pero el punto de surrealismo en toda esta historia lo puso ayer la afición, que desde la media hora de juego silbó a Julio Álvarez indiscriminadamente y luego pidió hasta por tres veces la dimisión del donostiarra.

Los seguidores locales por una vez fueron el mejor aliado del equipo visitante, tal vez por la desinformación que desde los propios medios de comunicación se les ha trasladado o por el empeño de Arconada de hacerlo rematadamente mal en determinadas ocasiones. Aquí se juntan el hambre con las ganas de comer. El entrenador no entró con buen pie en el vestuario allá por el mes de junio y no ha sabido revertir la situación, si acaso la empeoró con su pertinaz falta de mano izquierda con las 'vacas sagradas' del vestuario. El quiste, en principio benigno, se transformó en metástasis con el paso del tiempo y el equipo viene arrastrando el lastre de la falta de comunicación desde entonces.

La escasez de alegría sobre el terreno de juego así lo demuestra y el partido ante el Deportivo fue el mejor ejemplo de la total ausencia de compromiso que hoy por hoy asola a esta plantilla. Durante la primera mitad apenas hubo acercamientos al área rival pese a que enfrente estaba un adversario que sólo 72 horas antes se había batido el cobre en la UEFA ante el Feyenoord holandés.

La falta de actitud y aptitud en los rojiblancos fue por momentos acuciante, jugando al 'tran-tran' desde el primer minuto y traicionando así las vaporosas conjuras realizadas en público durante la semana en busca de los tres puntos para cerrar la herida abierta en el Reyno de Navarra ante el entonces colista.

Sólo la expulsión de Álvaro Negredo al poco de empezar el segundo acto desperezó mínimamente al equipo, que a partir de entonces intentó tapar sus vergüenzas sirviendo balones a la banda para que Crusat las corriera todas. Precisamente la roja a Negredo sirvió para liberar del escarnio público a Julio Álvarez y descargar las iras sobre Iturralde, que interpretó codazo del vallecano sobre Lopo.

Fue un espejismo que duró hasta poco después de que el colegiado señalara penalti de Carlos García, Verdú lo marrara y el propio jugador aprovechara minutos después un servicio desde la derecha de Guardado para poner el 0-1 en el marcador.

Mientras el mexicano percutió por la izquierda, magistralmente tapada por Bruno Saltor, no llevó peligro, pero fue intercambiar su posición con Lafita y la reacción causa-efecto se produjo al instante. Las miradas furibundas se dirigieron entonces de nuevo al banquillo y las críticas al entrenador arreciaron con gritos de ¡Arconada dimisión! Lotina, al otro lado del charco, alucinaba tal y como reconoció después.

Quedaban muchos minutos por delante, pero todo estaba visto ya para sentencia. Un despistado Riki evitó hacer más leña del árbol caído fallando dos claras ocasiones en boca de gol, pero el resultado quedó tan corto como hiriente.

Tal vez lo peor de todo no fuera la derrota en sí, sino el desolador panorama que se abre en el futuro cercano. Jugar en Soria sin Negredo es una pequeñez sabiendo, como ya se sabe, que el problema es más profundo y complejo, como si hubiera sido pergeñado por el peor enemigo.

La solución también se antoja complicada, después de que desde la derrota en el Camp Noy haya habido dos reuniones infructuosas entre la plantilla y el cuerpo técnico y que la propia directiva cometiera la torpeza de dejar a su entrenador en la picota, a los pies de los caballos. Arconada está al borde del precipicio, pero acaso la creencia en su trabajo le impedirá dimitir tal y como se le pide desde todos los sectores. Las aguas deben volver a su cauce y siempre quedará el recurso de disparar al mensajero.

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