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Un regate que simboliza una caída

  • La ruptura de Rafinha a Azeez en el primer tanto ejemplifica el querer y no poder en que se ha convertido el año Aporta consistencia y el equipo sólo se rompe por las urgencias

Si las imágenes valen mil palabras, los gestos y la acciones también suelen hablar por sí mismas. Y ambas cosas se muestran en la fotografía que ilustra esta página, como el gran muro que no ha sido capaz de superar este año el Almería. Ocurría en el minuto 20 de partido, cuando el Almería tenía más mordiente que el Celta y había creado bastante peligro.

Rafinha, el jugador con más calidad de todos los equipos de la Liga Española que no juega en Europa, recibió dentro del área, sólo perseguido por su sombra ayer, Azeez. El brasileño necesitó una finta, un suave toque, una genialidad para demostrar que en Primera División hay que tener algo más que ganas y coraje para sobrevivir. El músculo del Almería, personificado en Ramón Azeez, se desplomó ante las virtudes técnicas de jugadores exquisitos, de esos que hacen faltan en los equipos que verdaderamente buscan competir con los más grandes. Como Álvaro Negredo en su momento.

Esa jugada marcó el devenir del partido. No fue culpa exclusivamente del nigeriano, nadie fue a hacerle la ayuda y la jugada acabó en gol. Ha sido el gran quebradero de cabeza del Almería este año y una de las causas por las que el equipo va como va en la tabla. Falta de contundencia y de agresividad en defensa, amén de errores impropios de una zaga de Primera División. Sin ir más lejos, el Celta le pegó un patadón al balón nada más sacar de centro por la presión inicial rojiblanca. Esa jugada que no supieron hacer los rojiblancos ante el Valencia, cortó el amago de remontada hace unas semanas.

El nigeriano volvió ayer al once titular para tratar de contener a un Celta mucho más fuerte en el centro del campo. Volvía el doble pivote que le aportó seguridad y cierta estabilidad a un equipo que se desangraba por no ser capaz de dejar su portería a cero. El trabajo de Azeez en líneas generales fue bueno, robó a Rafinha, su perseguido, mucho más de lo que concedió, pero a futbolistas como éste hay que ponerle más de un hombre en el marcaje. El Almería no se descompuso hasta que mediada la segunda parte, las urgencias por el marcador le llevaron a correr muchos riesgos, que no le dieron resultado y sí le sirvieron a su rival para sentenciar.

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