Segunda novillada de la feria de Fallas de Valencia

Gran toreo de Zulueta, que falla con la espada

Imagen de archivo de Javier Zulueta

Imagen de archivo de Javier Zulueta / @GRayoVictor

Los desaciertos con la espada restaron este jueves trofeos y méritos a las dos templadas y meritorias faenas que hizo el sevillano Javier Zulueta en la segunda novillada de la feria de Fallas de Valencia, que se saldó con el corte de una oreja para el burgalés Jarocho.

Pero, aunque no "tocara pelo" y no tuviera un especial eco en el tendido, la labor de Zulueta resultó especialmente interesante, y más teniendo en cuenta que le cupieron en suerte dos de los novillos más desrazados del encierro a los que, aun así, logró sacar muletazos de limpia pureza y suave trazo.

Ya a su primero, que empezó pronto a perder celo y recorrido en sus embestidas, el novillero de Sevilla lo supo esperar y consentir para írselas alargando, especialmente con la mano izquierda, sin que los pitones llegaran nunca a tocar las telas. Pero los reiterados fallos en la suerte suprema le dejaron sin el que hubiera sido un más que merecido premio.

Y esa misma fórmula de sutil temple y colocación precisa usó después con el sexto, que flojeó de salida y acusó un fuerte puyazo que le restó bríos y celo. Solo que Zulueta, sin aburrirse en ningún momento y con idéntica sinceridad, le volvió a llevar mecido en muletazos más largos de lo esperado... hasta que volvió a marrar con el acero.

De tal forma, como triunfador de la tarde quedó Roberto Martín, Jarocho, gracias a ese solitario trofeo logrado del segundo de la tarde y para el que contó decididamente la soberbia y fulminante estocada con que lo tumbó en la arena.

Antes, el burgalés había recibido al de Fuente Ymbro con dos largas cambiadas, le había banderilleado con desigual acierto y le había abierto la faena de muleta también de rodillas, que fue como logró la tanda más ligada y limpia de un trabajo aparente y con altibajos, y a falta de mejor remate de los pases, frente a un utrero con un pitón izquierdo con mucha calidad.

También se le pidió después la oreja de su segundo, al que Jarocho también estoqueó con decisión, solo que en este caso hubo menos motivos ya que el novillo se rajó pronto y el trasteo se tuvo que limitar a una larga persecución al hilo de las tablas, con muletazos sueltos de los que siempre salía huido hacia los adentros.

El Niño de las Monjas abrió plaza saludando a porta gayola al fuenteymbro más manejable del sexteto, aunque el animal terminara sin repetir sus arrancadas. Al valenciano, animoso y ligero, le faltó poner una mayor y más decidida entrega, para pisarle terrenos más comprometidos y ajustarse más en los embroques, antes de darse a los efectismos, que fue más o menos lo que le sucedió con el cuarto, solo que con este tuvo la excusa de la sosa falta de raza del novillo.

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